28 octubre 2010

La mariposa blanca.

La conversación que se llevaba a cabo no tenía ninguna lógica para él. De vez en cuando sus oídos recibían ruidos cercanos a las palabras, sonidos sin un sentido claro. Por supuesto que no era culpa de quienes los proferían, sino de su mente, que siempre se negaba a mantenerse cerca de su cuerpo.
No diremos que se distrajo con cierto aleteo - distraído ya estaba desde que comenzó la plática - pero sí fueron dos alas blancas en lo que su mente se detuvo. Sin pensarlo, como si el instinto se hubiera apoderado de él, sus manos alcanzaron al animal y por unos segundos lo encerraron. En cuanto la jaula de piel y músculo se abrió, la mariposa blanca - tal vez aterrada - permaneció quieta durante unos segundos.

                                                                                                                    Él sonrió                         y al poco rato                                                 ella voló: otra vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario