30 diciembre 2010

Adiós 2010.

Se nos escapa de las manos mientras le permitimos ser nuestro pasado ¿Un buen o mal recuerdo? Sólo un recuerdo. Cosas buenas, cosas malas. Sonrisas, llantos, gritos, carcajadas. Se nos escapa de las manos mientras le permitimos ser nuestro pasado. ¿Estamos realmente listos para dejarte ir, 2010? Se acaba una década, una etapa más. Un año más.


Coctel de Palabras (Zyan Ponce) les desea un muy feliz  Año Nuevo.

22 diciembre 2010

Diarios de Julia. - Parte 2.

Eres libre, no te buscaré más, hermana.


Le había costado el alma escribir esas palabras. Renunciar a su hermana resultaba algo más complicado de lo que cualquiera pudiera imaginar.Negar la sangre que las une, cortar un lazo imaginario que las mantuvo cerca durante 34 años. Se sentía como un bebé que estaba siendo separada por el cordón umbilical de su madre; porque más que su hermana, Carla era como su madre.

Las hermanas Robles siempre estaban juntas. De no ser por los tres años que las separaban, se les confundiría como gemelas. Era difícil entrar en su pequeño círculo, entenderlas. No tenían amigos, novios o conocidos cercanos; se tenían a ellas. Si algún hombre entró en su vida, fue por mera necesidad humana, y a la semana era historia pasada. Nunca tuvieron una relación más fuerte con otra persona que la que tenían entre ellas; y era de esperarse ya que podía decirse que vivían solas.

A los dos años de nacida Julia, su padre desapareció. Tal vez las abandonó, tal vez murió; nunca supieron la verdad ni les interesaba. Aquel hombre había estado ausente en sus vidas desde su nacimiento; su padre, para ellas, era como una sombra; otro hombre que se volvió historia. La madre era el sustento de la familia, trabajaba como mesera en las mañanas y como mucama de un hotel en las tarde-noches. Y casi siempre estaba ausente. Carla se encargó de los deberes de la casa apenas cumplió los 10 años. Maduró rápido, ya que no le quedaba de otra si deseaba darle alguna figura modelo a su pequeña hermana. Julia sobrevivía sin hablar con su madre, pero más de un metro de distancia entre ella y su hermana la ponía ansiosa.

Al principio la unión era divertida, cómoda para ellas, en la adolescencia se había convertido más en una necesidad que una común relación fraternal. Carla necesitaba cuidar a Julia y ésta ser cuidada. Una sensata, otra rebelde. Una admirada en el salón de clases, otra con el título de problemática. Un ejemplo simple y rápido del yin y yang.


Cuando repasas la vida de ambas, es fácil entender como llegaron a ser lo que son. Carla ganó becas, fue la mejor de su clase y consiguió un trabajo envidiable por todos los empresarios de la ciudad. Nunca se casó, ni tuvo hijos; el cariño que le faltaba, comenzó a llenarlo con cosas materiales. Julia, inteligente pero incapaz de completar los estudios. Terminó como ayudante, llevando café y ordenando archivos, en un periódico.Comenzó a ofrecer ideas a uno de sus colaboradores, y este al ver su potencial, le consiguió un  puesto como periodista; pronto su trabajo se convirtió en su vida.

Tan diferentes, tan unidas. Sí, le había costado el alma escribir tales palabras, pero jamás pensó en desaparecer. Aquella noche fue sin querer. Sus ojos miraron al lugar equivocado en el momento equivocado, como todos los testigos esenciales de un crimen. Sólo que este testigo no sería protegido por la policía, si no perseguido para callarla. Tenía contactos gracias a su carrera, tendría que borrarse del mapa, encontrar a un experto y huir, huir para sacar a la luz aquel descubrimiento.

07 diciembre 2010

Sueño profundo.

No se quitaba la vida por dolor. Imaginaba la muerte como un sueño profundo, de esos que te encuentras tan cansada que ni siquiera piensas, o sueñas. Tampoco era que estuviera cansada, no lo estaba. Era una niña feliz.

A sus 15 años jamás había sentido la necesidad de lastimarse, se amaba y se respetaba. Era por eso que lo hacía. Sacrificaba algunas cosas para conseguir lo que realmente necesitaba.

Tenía dos maravillosos padres. Estos le habían enseñado valores y regalado su cariño cada día que amanecía. No había ningún vacío, iba bien en la escuela, no odiaba a nadie, tenía estupendas amigas y ningún chico que le hubiera roto el corazón. No era la vida perfecta, pero estaba satisfecha.

Tal vez era eso. Estaba satisfecha y no había razón para continuar en ese lugar; era momento de avanzar. Sus ojos permanecían cerrados, ajenos a la oscuridad que se metía por la ventana de la recamara. Olía bien, el silencio que había regalaba  una melodía deliciosa. Su boca saboreaba su propia saliva, le antojaba algo dulce. Su cuerpo se dejaba llevar por el masaje que el aire le proporcionaba.

Recostada en la cama de su madre ingirió las pastillas. El coctel tenía desde aspirinas hasta tranquilizantes; todo lo que había podido encontrar en el botiquín. No sabía qué contenían, o que efectos le daba, ni le interesaba. Lo que importaba era que estaban dando resultado.

Su cuerpo comenzaba a sumergirse cada vez más sobre las sabanas. Sin frío. Sin calor. Disfrutaba cada reacción química que la liberaría. Así como la cicuta había curado a Sócrates, las pastillas hacían lo mismo por ella.

Pronto sintió desprenderse de su cuerpo, como si fuera un extraño gas que escapaba por la figura de carne y hueso por la boca, la naríz, los oídos. Una estructura solamente que la había resguardado desde su nacimiento. Su último suspiro no fue suyo, fue del mundo que se despedía de ella; deseándole éxito aún sabiendo que sería extrañada.

No se quitaba la vida por dolor, angustia o una banal experiencia. Sabía que ahí terminaba, que Alma Calzada dejaba de existir. Se quitaba la vida para dársela a alguien más, alguien que no estuviese satisfecho aún. Alguien que todavía le faltara mucho por vivir, por ser feliz.

No me quito la vida porque quiera huir. Se la regalo a alguien más, y espero que tú, mamá, tú, papá, logren entender.


Esas eran sus últimas palabras, lo último que escribiría en la hoja de papel que yacía junto con su estatua. Porque ya no era nada más que una estatua, una estructura sin nada.

06 noviembre 2010

Diarios de Julia. - Parte 1.

3 de  Octubre .

Siento que te veo por todos lados - doy la vuelta y ahí estás, quieta: mirándome - pero mis recuerdos me traen de nuevo a la tierra con su verdad. Ya no puedes estar detrás de mí, o mejor dicho, ya no quieres. 

Ayer me senté a esperarte en la banca del parque. ¿La recuerdas? Sí, esa en la que casi me golpeas por manchar tu blusa nueva. Pero la verdad que ese trozo de tela no te daba mucha justicia: no valía la pena que aún la tuvieras, creo que te hice un gran favor al destrozarla. Que suerte que escribo en mi diario y no una carta para ti, porque estoy segura que con eso último me matarías. Claro que una carta no me serviría de nada, ayer no llegaste, cuando creía que sí lo harías.

Lo siento. No sé cuantas veces escribí esa palabra en la hoja de papel que más tarde pasaría a tus manos. Lo siento. Lo siento. Lo siento. Me sentí completamente estúpida al hacerlo, y más aun cuando ayer no vi tu figura acercarse a mí. Debo admitir que te odie, me dio rabia. Siempre te quejabas de que tú me dabas y yo no te devolvía. Ayer estaba dispuesta a hacerlo pero no me lo permitiste.

No me olvido de ese día. Tú crees que ya lo supere, pero no. Cada mañana la memoria me carcome el cerebro. No mentiré, he tratado de olvidarlo, porque al principio no creí que realmente valiera la pena. Sólo un accidente, un accidente que como el de la blusa, creí que te hacía un favor. ¿Qué digo? Sé que no quieres verme, sé que no querrás nunca, y lo merezco. Hoy lo entiendo, un año fue suficiente. Eres libre, no te buscaré más, hermana.

Atentamente: Julia.


El diario había llegado a su fin. La última hoja, las últimas palabras de su hermana. Todo el cuerpo le temblaba, y no era sólo por el frío, la manta de que llevaba puesta le cubría toda la piel del helado frío de invierno. La extrañaba, no podía engañar a nadie. Llevaba desde la tarde del miércoles dentro de su casa, escuchando todos los discos que su hermana había dejado. No sabía porque le dolía tanto, llevaba todo un año sin verla, sin hablarle, odiándola, no era como si su vida hubiera cambiado desde que le dieron la noticia.

-- Vengo a dar mi reporte del día. - voz gruesa a sus espaldas. - recibimos una llamada en la policía que nos puede ayudar.

-- No me basta, un testigo puede no servirnos de nada. - respondió con la misma voz monótona que tenía desde el accidente del año pasado.

-- Esto toma tiempo. Cosas como esta no se resuelven de la noche a la mañana, tienes que ser paciente.

-- No me pidas que sea paciente, sé lo que paso y no siguen "mi pista". - fue inevitable no gritarle aquellas palabras.

-- Lo que dice en su diario puede ser solo una coincidencia. - respondió con tranquilidad, ignorando que lo anterior iba con intención de insultarlo - Una civil no puede desaparecer sin dejar un rastro muy obvio, y después de un mes de búsqueda, ambos sabemos que el rastro no ha sido fácil.

-- Ambos sabemos que no es cualquier civil - dijo con aspereza.

Sin decir nada más, el hombre se marchó. Ella tomó nuevamente el diario, y comenzó a leerlo nuevamente, desde el principio. No quería perdonar a su hermana por lo que había hecho, pero tampoco quería seguir viviendo como si ella estuviera muerta. Por más escurridiza que fuera, sabía que un día la encontraría.

28 octubre 2010

La mariposa blanca.

La conversación que se llevaba a cabo no tenía ninguna lógica para él. De vez en cuando sus oídos recibían ruidos cercanos a las palabras, sonidos sin un sentido claro. Por supuesto que no era culpa de quienes los proferían, sino de su mente, que siempre se negaba a mantenerse cerca de su cuerpo.
No diremos que se distrajo con cierto aleteo - distraído ya estaba desde que comenzó la plática - pero sí fueron dos alas blancas en lo que su mente se detuvo. Sin pensarlo, como si el instinto se hubiera apoderado de él, sus manos alcanzaron al animal y por unos segundos lo encerraron. En cuanto la jaula de piel y músculo se abrió, la mariposa blanca - tal vez aterrada - permaneció quieta durante unos segundos.

                                                                                                                    Él sonrió                         y al poco rato                                                 ella voló: otra vez.

21 octubre 2010

Sin

¿Han tenido esa necesidad de juntar letras, palabras, frases y pero con ninguna lógica en sí? ¿Alguna vez experimentaron lo que eran las ganas de escribir y dialogar con tu propia persona sin tener argumentos, o peor aún, un tema específico? ¿Desearon, con tantas fuerzas, tan sólo, compartir ideas sin, realmente, tenerlas? 


Hoy me encuentro así. Hoy quiero leer y no pensar. Hoy quiero escribir sin decir. Hoy quiero discutir sin razón. Hoy sólo quería publicar algo que me saqué de la manga, en el mismo momento que lo anotaba; sin pensar, sin decir, sin razón.



20 octubre 2010

Naturaleza.



La naturaleza también florece en este lugar
árboles de antena reciben todos una señal
desde mi ventana un paisaje ahora puedo mirar
miles de montañas que tienen forma rectangular

Nada de lo que hay afuera es diferente a mi
todo viene de lo mismo todo acaba aqui
el concreto aveces muestra cierta calidez
nada es diferente a todo lo que ahora ves

(...)

La naturaleza también existe en este lugar
lo que nos separa de todo es una trampa mental
desde la azotea un paisaje ahora puedo mirar
en el cielo vuelan insectos con alas de metal

Todo lo existe mantiene un orden puro y vital
nada se destruye todo se puede transformar
por las calles venas circula una sangre espesa
la naturaleza también incluye lo artificial

(...)

Letra: Fragmento de la canción "Naturaleza" de Monocordio
Fotógrafo: Hector Ponce.

14 octubre 2010

Ya casi...

Jueves en la noche, casi acaba el día y pronto podremos decir: ¡POR FIN ES VIERNES!
Como sabemos que para el comienzo oficial del fin de semana aún faltan unas cuantas horas, quisiera alegrarles ese tiempo que puede se nos pase más lento que en el resto de la semana. Hoy quiero compartirles un pequeño poema de Elena Poniatowska:

RECUERDO LA NOCHE ANTERIOR

Apareciste y desapareciste.
Todo sucedió anoche, en esta cama.
te pegaste a mi desnudo cuerpo,
lo recorriste sin recato y sin escrúpulos.

Me volviste loca …. no sabía qué hacer.
Por fin, rendida después de cuatro horas
del encuentro, pude dormir.

Hoy, cuando desperté, te busqué en vano.
Ya no estabas, te habías ido.
En mi cuerpo dejaste huellas dolorosas.
Heriste mi piel en tu orgía.
Me dejaste ojeras, me falta sueño.

Esta noche me acostaré temprano.
Te esperaré, no podré pegar los párpados.

¡Acude pronto! Cuando llegues me abalanzaré sobre ti
con la fiereza de un león y la rapidez de una cobra.
Te apretujaré hasta sentir la sangre de tu cuerpo.
¡¡Maldito zancudo!!



¡Que tengan un lindo casi-fin de semana!

10 octubre 2010

Desde aquí.



Desde aquí te digo que te quiero para que mis palabras 
vuelen con el viento y lleguen hasta tus oídos en 
dondequiera que estés. Desde aquí cierro mis ojos y 
recuerdo para que me veas; y lo hagas conmigo. Desde aquí 
trato de aceptarlo. Desde aquí, siento mi corazón en el 
pecho que late y cómo no te olvidará. Pasó tanto tiempo, y 
aquí me tienes, haciendo todo esto, desde aquí. Yo desde 
aquí, y tú desde allá.

06 octubre 2010

In Mariana.

Those who are dead are not dead
They’re just living in my head 

And since I fell for that spell
I am living there as well
Oh..

Time is so short and I’m sure
There must be something more 

Those who are dead are not dead
They’re just living in my head oh… 

And since I fell for that spell
I am living there as well oh… 

Este es el comienzo de la canción: 42 de Coldplay. Hoy alguien pasó de saltar y correr en el mundo, a hacerlo dentro de mi cabeza; dentro de mi corazón. No tengo palabras, me faltan frases y necesito decir tanto... pero no sale nada más que un "Te quiero"

Ella no abandonó la vida, sólo su cuerpo. Ella sigue riendo, sigue hablando, sigue jugando: en la memoria, en los recuerdos. No será olvidada, y por eso... está aquí; de manera distinta, pero lo está.

Donde quiera que estés, espero que sepas que está bien. Comienza esta nueva aventura. No estarás sola, estaremos contigo, tenlo por seguro. Y una vez más... ¡TE QUIERO!

02 octubre 2010

Perfume de Oro - Pte. 5

Permitiré que la nieve me abrace. Dejaré que el viento sea el que me susurre al oído. Aceptaré que lo único que me hable como lo hacías tú sea el recuerdo, el maldito recuerdo. En París, querida, en París.


El chillido de la puerta la interrumpió. Una mujer joven con inocente sonrisa se asomó en la habitación. Sus ojos tramaban algo, algo que se intuía desde que recibió una llamada de la misma mujer, su hermana, a las 10:00 de la mañana. Aquella travesura que estaba por llevar a cabo, era una que a Rocío no le causaba el mayor entusiasmo.


-- Hola, hermanita.


Cuando se confirmó quien era su visitante, Rocío oculto el libro en sus manos detrás de uno de los cojines de su sillón. Inviernos en París le había cautivado tanto que lo leía cada vez que se encontraba nostálgica por cualquier cosa; pero esos días no le daba ningún resultado, está vez aquel recuerdo, en vez de desaparecer, se alimentaba y molestaba más y más. Y seguía leyendo el libro, no para curar la nostalgia, si no para no olvidarlo a él. No olvidar a Daniel.


-- Hola, Mariana. -- respondió sin el mismo ánimo que quien la saludaba. -- Dime ¿a dónde planeas llevarme hoy?


-- Estarás feliz de los planes que te tengo para hoy. ¡Estoy segura que te encantarán! Primero iremos a un café que un conocido mío abrió recientemente, va todo tipo de gente adinerada, gente con la que te gusta llevarte.


-- Ya no más. -- Rocío se hundió más en el sillón, decidida a no dejar que Mariana se saliera con la suya. -- ¿Por qué no invitas a tus amigas? Ellas sí que desearían llevarse con esa gente, de hecho, se les ve muy necesitadas. -- el tono de burla en su voz era obvio.


-- La necesitada aquí eres tú, y lo sabes. Necesitas un cambio de vida, olvidar a ese hombre, y volver a las fiestas adineradas, con regalos caros que antes te daban. - insistió la mujer mientras se sentaba junto a ella. -- Extraño esos regalos.


-- Eres tan egoísta. Sólo quieres que vuelva a ese ambiente para que tú estés en él. No pasará, odio a esa gente, siempre la odie y lo sabes.


Si se miraba a la Rocío de hacía un año, y a la que ahora estaba sentada en su departamento leyendo la novela de un hombre con quien alguna vez salió, podía notarse una clara diferencia. Su rostro no tenía ni el más mínimo maquillaje, debajo de sus parpados unas ojeras confesaban el insomnio que sufría, y las prendas eran las más sueltas y aburridas que jamás había usado (suéter tejido color caqui, pantalones negros gastados y pantuflas negras). Aquellos rasgos eran sólo el exterior, pues su actitud y mirada revelaban la tristeza y la soledad.


A pesar de que alguna vez fue una de esas chicas que hacían de adorno a los millonarios de la ciudad, siempre detesto a esa clase de chicas. Hueca y superficial eran las peores características que, para ella, una mujer podía tener. Por desgracia, ese medio era el único que le daba de comer a una joven que había sido expulsada de el bachillerato por atacar a un maestro que le negó una nota aprobatoria por no acompañarlo al cine el viernes en la noche y que necesitaba mantenerse a ella y su pequeña hermana porque su madre no había sido lo suficiente valiente para cuidarlas. Con carácter fuerte y adolescente problemática, se ganó no ser admitida en ninguna otra escuela e incapaz de continuar sus estudios, cosa que la llevó a hacer lo que se había prometido no hacer: degradarse a sí misma.


-- Escuche en la radio que saco su nuevo libro. Él sigue con su vida, y se le oía muy feliz. Seguro sale ya con otra, me atrevería a decir que más joven que tú. Los hombres de esa clase son así, aprovecha tu tiempo antes de que los 30 te coman toda esperanza de vivir. No le importabas ¿por qué a ti sí si nunca nadie te interesó lo suficiente? Entiéndelo, vivirás sola, y el consuelo que puedes tener es el dinero, pero si sigues ahí tirada llorando como magdalena y lamentándote cada noche, terminarás con nada. -- replicó, enfadada su hermana -- No eres la clase de mujer que encuentra el amor, los hombres te miran porque eres guapa, pero se quedan son sus esposas porque a ellas las aman. A ti nadie te amará, ni a mí, hermana. Daniel no era la excepción. Soy lo único que tienes, llámame cuando lo entiendas. -- seguido, Mariana desapareció por el mismo lugar que entró.


Era verdad, no era la clase de mujer que encuentra el amor, pero se equivocaba en algo: Daniel sí era la excepción. Se levantó y se dirigió a su habitación. Debajo de la almohada sacó un nuevo libro. Perfume de oro, por Daniel Soto. Sabía porque lo había llamado así, un nombre tan superficial debía significar la capa externa que Rocío mostraba. Se recostó y abrió el libro.

Perfume de Oro - Pte. 4

9:00 pm


--Pero porfavor, llámame Daniel. La formalidad nunca fue una de mis cualidades.

Rocío miraba una y otra vez el reloj. Sus lineas rojas formaban números, números que tardaban una eternidad en ser modificados, uno por uno, hasta llegar a la combinación que ella esperaba con tanta ansia. Sentada sobre su cama, tacones y vestido negro acompañandole, trataba de eliminar cada gota de nerviosismo en su interior. Respiraba de manera normal, no sentía cosquillas, no le temblaban las manos ni sentía que el corazón se le parase al siguiente minuto: estaba tranquila, su cuerpo lo estaba. 7:31. Cambió el reloj como un milagro.

-- ¿Qué es lo que pasa Rocío? ¿Es lo que estabas esperando toda la vida? Es sólo un escritor, un maravillos escritor. Eso es, eso es lo que te deslumbra, que sea un maravilloso escritor. Eso es todo. No pasa ni pasará de ahí. 

Mentiras. La mujer de negros cabellos no hacía nada más que decirse mentiras. Tal vez al principio así había sido; con aquellas palabras - que por más sencillas que fuera - la habían, justo como ella dictaba, deslumbrado. La formalidad, la asquerosa formalidad que uno debía soportar día a día en un trabajo como el suyo. Seguramente el cambio, el que la entendieran la había llevado hasta ahí. 

Lo buscaba en todas y cada una de las fiestas con su disimulada mirada; luego, bastaría con susurrar a Raúl que deseaba un poco de vino, y se escapa hasta encontrarse frente a los marrones ojos con los que soñaba. Arte, política, sociedad, comida, chistes, fantasias; no importaba cual fuera el tema, su voz seguía siendo igual de profunda y reveladora. Nunca en su vida había conocido alguien tan enamorado de sus ideas, quien con cierta necedad, las protegería y lucharía por ellas cuando las criticaran. Por muy dentro de sí, Rocío esperaba hiciera lo mismo con ella, que la convirtiera en sus ideas.

7:32. Otro minuto más para restar a la larga espera. Ahora sólo faltaban... una hora con 28 minutos; Si 60 segundos le parecían un milenio, ese tiempo le antojaba más tiempo de lo que un elefante pudiera vivir. Con esto, se decidió a no esperar sola, un café merecía acompañarla. Se levantó rápidamente sin voltear, dirigiendose directo a la cocina. Agua hirviendo, bolsa de té, azucar y una cucharadita. 

La infusión mojo sus labios, quemandole levemente la piel. El reloj había avanzados unos perfectos 20 minutos durante la preparación de la bebida. Y ahora, extrañamente ahora, deseaba retroceder el tiempo. No estaba lista. ¡No estaba lista! Se sentía como una niña boba en su primera cita, sólo que está vez su madre no estaba para darle consejos y advertirla de la maliciosa mente de un hombre.

7:53. Siete minutos más y faltaría sólo una hora. Ahora no sólo comenzaba a dudar, si no a hallar defectos en su vestimenta. ¿Iría muy formal? Por que no sabía a donde la llevarían; qué tal si se trataba de un lugar de poco élite. El mismo había dicho que la formalidad no era uno de sus fuertes, y ella estaba exactamente así, formal. No importaba: trató de convencerse. Prefería salir a comer bien vestida al campo, que mal vestida a un restauran de 5 estrellas, más valía prevenir.

8:20. ¿Por qué de pronto el tiempo avanzaba más rápido? 8:25. Ahora 5 minutos era como una milesima de segundo. 8:45. Revisó su maquillaje. 8:56. Esas mariposas en el estomago comenzaban a recordarle que sí existían en ella. 8:59. Cerró los ojos con fuerza, estaba ya frente a la puerta; a continuación, un: Ding-Dong.

Ojos marrón. Barba y bigotes cobrizo. Sonrisa... perfecta. De momento a otro, todo desapareció. No importo el tiempo, los nervios, las dudas. No importaba nada. Por primera vez, serían él y ella, sólos.

-- ¿Lista?

Perfume de Oro - Pte. 3

Copa de Vino


-- Tengo frío.

Sus grises ojos lo miraban suplicantes. La desnuda piel de sus brazos comenzaba a demostrar lo que sentía: poco a poco se iba enchinando. Eso provocó un chispazo dentro del cuerpo de Daniel; verla ahí, abrazandose para cubrirse del viento, le recordaban a una niña pequeña que necesitaba protección. Deseaba con todas sus fuerzas ser él quien se la brindara, pero ¿era el indicado?.

-- ¿Quieres que llame a Raúl?

Esa ansiedad y chispa en las esferas de su rostro desaparecieron como vela que se apaga con un soplido. Grave error: pensó para sí. Que respuesta tan insensible e idiota le había dado. Después de que ella había cedido, él no había hecho más que cerrar la puerta, justo en sus narices, con un fuerte "PAZZ" acompañado.

-- No. - Tan seca y cortante. Hasta sus ojos se habían desplazado lejos de él. La copa de vino, que con tanta gracia y elegancia alzaba en sus manos, pasó a reposar, sola y triste, sobre la mesita de cristal. - Será mejor entre nuevamente a la fiesta. Pase buena noche, Sr. Soto.

Y sé fue. Ni un adiós ni hasta luego. Sólo un vacio "pase buena noche". Dolía, dolía como si el vidrio de su copa se hubiera roto entre sus dedos. Bajó instintivamente la mirada hasta sus manos. No había sido una ilusión; el vino estaba derramado en sus zapatos y gotas de sangre escurrían hasta el suelo.

Se descubrió mirando el vacio de la habitación. El muro café lo observaba fijamente y el cuadro reposando sobre él, era testigo de sus sueños. Sólo esos dos sabían el impacto que Rocío le había dejado. Noche tras noche se sentaba con pluma y papel en mano, dispuesto a avanzar dos capitulos más de su novela. Desde hacía tres semana, había sido el mismo resultado: sólo ganaba recuerdos y ni un avance.

¿Cuánto había sido el tiempo que convivieron juntos? ¿Cinco, seis meses? Raúl se había encaprichado con esa muchacha, y con el paso de los días, no sólo la llevaba a encuentros y fiestas si no que se le veía caminar con ella o cenar en algún restaurante de suma fineza. Pero desde aquella noche, ya no la había visto. En una desesperación de lograr disculparse de ella, había preguntado al empresario por su destino. La respuesta había sido igual de dolorosa que el rechazo.

Hacía una semana, Daniel había perdido toda esperanza; Raúl había presentado a una nueva chica: Esmeralda. Así como su nombre, ella era igual de extravagante. Una muchacha más joven que Rocío, no superaba los 27. Rubía y completamente hueca... pero tenía todo lo que el viejo quería: curvas. Sí, esa Esmeralda le hizo darse cuenta que no la vería de nuevo. Y quería morirse por eso, ya que la desesperación era demasiada.

Perfume de Oro - Pte. 2

Mi mente me dice que pare. Mi cuerpo insiste en tenerte aquí. Y a mí corazón le basta con pensar en ti. En ti, en esos ojos claros y cabellos oscuros. En esa sonrisa, que aunque falsa sea, luce tan llena, tan tierna. Te añoro desde el primer momento, te necesito conmigo. Si no estas aquí, mis manos no volverán a sentir calidez; y es que tu piel las deslumbró.

Así empezaba su próxima historia. Desde hacía unos días había decidido comenzar su nueva obra. Llevaba mucho tiempo sin siquiera ser capaz de escribir una carta. La inspiración parecía haberle olvidado y ella se la regresó.

Las palabras salían una tras otra sin dificultad alguna; sólo bastaba admirar su rostro, almacenado en su cabeza. Hablaba sincero, como jamás antes lo había hecho. Se lo había confesado, pero ella sólo volteó la cabeza y continuó con su trabajo. La amaba ¿qué tan difícil era entenderlo?

Los párpados comenzaban a pesarle, invitandole a dormir. No tuvo otro remedio más que dejar el cuaderno y la pluma a un lado. No tardo mucho en adentrarse en sueños, algo que como cada noche, esperaba ansioso, y sólo para volverla a ver.



-- Hermosa mujer la que traes contigo, Raúl. - elogió el hombre de cuarenta.

Un calvo, con notable barriga, sonrió ante el comentario. Provocaba nauseas el tan sólo ver cuanto le exitaba llevar de mano mujer tal. Poseía una cara de pervertido sexual indudable; y lo era, algo que quedo claro cuando le apreto la pompa izquierda de mujer de vestido.

-- Su nombre es Rocío. Cada día hacen más buenas a estas muchachas.

El comentario le causó incomodidad. Nunca le había gustado que se hablara así de una mujer, ni mucho menos estando ella a un lado. Podía ser una acompañante, una mujer que cobraba por soportar a los más disgustantes empresarios de la época - cabe destacar que Raúl lo era - pero seguía siendo un ser humano mereciendo el debido respeto.

-- Un placer, Rocío, mi nombre es Daniel, Daniel Soto.

-- He escuchado de usted Sr. Soto. Inviernos en París es una de mis novelas predilectas. Creame que es un honor conocerle. -- Su voz, armoniosa y sencilla, como si el viento mismo fuera quien hablara.

-- Me halagas, Rocío. Pero porfavor, llámame Daniel. La formalidad nunca fue una de mis cualidades.

Ella le dirigió una sonrisa, diferente a la que le concedía a su acompañante; ésta era sincera. Se dieron la mano y marcharon en busca de otro colega. Aquel había sido su primer encuentro, fue la primera vez que disfrutó una fiesta de tal élite. Y aquel había sido su sueño desde entonces, con Rocío, su adorable musa Rocío.

26 septiembre 2010

Perfume de Oro - Pte. 1

Nota: Perfume de oro es la historia de Daniel y Rocío, desde su primera conversación, hasta la última vez que se vieron. Serie de capítulos independientes que tratará de demostrar que de vez en cuando, está bien dejarse llevar por el romanticismo.
*****

Cesto de Basura


Hay algo que he querido decirte desde hace tiempo. Me cuesta hacerlo por temor, tal vez, a no decirlo con la verdad. Veces anteriores he cometido el error de mentir acerca de mis pensamientos, mientras yo muy bien sabía que no sentía tal cosa. Contigo, ocurre lo mismo. No te he dicho la verdad… y aún quiero permanecer esas palabras conmigo, mis dedos ansían por escribirlo. Que si el tiempo es correcto, que si lo que hago es una tontería, o que esto empeora más las cosas y yo, mientras tanto, sigo encerrada a la ilusión de que lo que hacemos es posible.


Mentir no es tan sólo decir algo incierto, también lo es guardarte la verdad. Una sola vez fue la que me preguntaste aquello que tantas palabras y divagaciones están causando en mi mente estos momentos; la respuesta de aquella vez, fue mentira… un intento de armar mi coraza para evitar provocarme dolor más tarde. Ahora veo que si en ese momento hubiese contestado con un simple “SÍ” no estaría martillando el cerebro para hallar como decírtelo. Y tan sólo tengo que escribir dos palabras, tres sílabas, cinco letras.


¿Es necesario seguir? Porque sé que sabes a qué me refiero, a qué punto quiero llegar. Es qué me es imposible hacerlo, es la primera vez que tengo la seguridad de sentirlo, y no puedo. Tantas veces que de mi boca salieron esas palabras, y ahora, es distinto. No hay quien me este dando dinero para hacerlo. No hay quien me amenace con entregarme para susurrarlo en su oído. Fue más fácil hacerlo en ese entonces, y ahora que nadie me obliga, que quiero hacerlo por mi sola, es… no complicado, no imposible, no erróneo. ¿Entonces qué es lo que me detiene a seguir?



La joven llevó sus manos a su lacia cabellera. Que estúpida se sentía. Jamás antes se había puesto a reflexionar lo complicado que era escribir una carta. No se imaginaba como sería hacerlo de frente. Si su corazón latía a un cien por hora con sólo ver aquella perfecta caligrafía propia, no podía imaginar como se sentiría si él lo leyera. Arrugó la hoja, con el basto pensamiento, y la tiro al cesto de basura.

Tantas veces había aceptado a darles el capricho hipócrita a los burócratas. Tantas veces había pasado su mano entre su grasoso cabello y sonreído a su enorme cara de asnos. Y ahora que realmente lo sentía, que quería hacer más que sonreírle, pasar su mano por su cabellera, juguetear con su corbata, tenía miedo, miedo de algo que no conocía.

Siempre había pensado que el día que encontrara a alguien capaz de enamorarla, iría hacía él sin pensarlo dos veces. Abandonaría su carrera de acompañante y estaría dispuesta a ser una normal ama de casa, o quien sabe, una gran empresaria cuidando de su marido. Pero no, eso no era tan fácil como se lo imaginaba en las noches cuando tocaba su almohada. No era el que él fuera intocable, eso podría arreglarlo con un encuentro casual, podía conquistarlo en un par de segundos; después de todo, así se ganaba la comida de día a día.

Pero algo era diferente; él sentía algo por ella. Aunque eso no era lo que le preocupaba, si no el hecho de que el querer fuera reciproco. Nunca se había enamorado, y jamás lo había planeado. No era de la clase de chicas que desde pequeñas soñaban con un príncipe azul. A lo más que había llegado, era a la posibilidad de que ocurriera, pero jamás se imaginó lo complicado que podría llegar a ser.

Observó el reloj tratando de desviar sus pensamientos; éste parpadeaba insistente: 6:00 am. Si no se tomaba una siesta ahora, no tendría la fuerza suficiente para poner buena cara con el presidente de una compañía exitosa. El maquillaje hace maravillas, pero eso no era lo que le ponía el dinero al bolsillo; debía aludir y hacer sentir querido a un viejo asqueroso y pervertido que jamás podría ser amado por alguien. Sin desgastar más sus neuronas, dejó el lápiz sobre la mesa de madera junto al montón de papeles y el cesto lleno de ellos – todos abultados- decidida a dormir un poco.

Bienvenida

"Soñar es mandar tu mente más lejos que lo que tu vista logra ver. Escribir es dejar que tus manos sean quienes plasmen lo que tu mente piensa, sueña. Leer es querer entrar dentro de la cabeza del autor, admirar su mente, sus sueños."
 - Zyanya Ponce

Cóctel de palabras será una preparación a base de una mezcla de frases con diferentes significados, distintas proporciones cuyo contenido será normalmente pequeños escritos nacidos de la mente de su creadora. También habrá ingredientes como las letras escritas por puño y letra de famosos escritores, poetas o compositores que marcaron más de una vida, entre ellas la de quien ahora se encuentran leyendo. Este lugar tratará de ser tan variado como sencillo, un escape de la realidad o una crítica a esta; un lugar para disfrutar.

Como autora de este Blog, les doy la bienvenida a ustedes y sus comentarios y opiniones. Les invito a soñar conmigo.