13 febrero 2011

La Casa de Coyoacán.


I
6 de Marzo.
Nadie más estaba en la habitación. Dos sillas, un café y un ambiente de nostalgia era lo que la acompañaban. Dentro de su pecho sentía como el lugar donde se encontraba su corazón, era apretado, estrujado sin compasión. Era sábado, el primer sábado sin mirar su rostro.

Cerró fuertemente los ojos, apretando los puños y cada músculo de su cuerpo. Contó despacio hasta tres, y volvió a abrir sus parpados. Nada, no era un sueño, estaba totalmente despierta. Una lágrima escapó por su mejilla, pero en su rostro no había dolor, no había felicidad, seguía seria, tan seria como hace cuatro días. Se imaginaba de todo excepto pasar sola ese fin de semana.

– Seguro me queda poco tiempo, Lourdes.

– No digas esas tonterías, papá. – respondió con una sonrisa en su cara mientras dirigía la taza de café hasta sus labios. - Cumplirás los 70 y te ves más fuerte que mi jefe. – agregó antes de sorber.

– ¡Está caliente, Lourdes! – advirtió, demasiado tarde, ya que la muchacha ya se había quemado la lengua.  - Tienes razón, morirás antes que yo con lo distraída que eres.

Lourdes rió, nuevamente en la habitación vacía ante tal recuerdo. Una vez había tratado de decirle acerca de su enfermedad, pero ella no se lo permitió. Apretó los dientes, pensando que tal vez hubiese sido mejor saberlo. Si hubiera tratado más veces de confesárselo, ella ahora estaría más preparada.

En cuanto empezaba la semana esperaba con ansias la llegada del sábado, el día en que sorprendía a su padre con su nueva creación de postres, guisados o sopas. Aguardaba con tantas ansias recibir su crítica, a pesar que fuera un ignorante al respecto. No tenía novio ni pareja parecida, su padre era el único hombre de su vida.

– Sé que te burlas de mis críticas ante tus platillos, pero créeme, mi madre era mejor cocinera que lo que son ahora el 90% de los chefs en México. La educación cada vez se vuelve más mediocre en cada carrera que existe, y el país no las apoya todas porque cree que no son importantes, pero todas lo son. No digo que eres excelente cocinera, pero eres buena, sólo no decaigas en la mediocridad en la que tu jefe capitalista ha caído.


 Desde que tenía memoria, Lourdes escuchaba la comida de todos los miércoles con Rafael y Juan, mientras que uno hablaba de futbol y el otro de ingeniería, su padre siempre hacía algún comentario en que involucrara el gobierno, las nuevas leyes de educación o el capitalismo y la mediocridad en la que, según él, había caído el país.

Ella jamás se interesó por completo en la política, pero su padre había dedicado su vida entera a debatir sobre ésta, era por eso que estaba acostumbrada a observaciones que nada tenían que ver con gastronomía, cuando ella le pedía su opinión sobre lo salada o espesa que estaba la crema de zanahoria.

No se había dado cuenta de cuanto lo extrañaba en realidad hasta que nadie comentó nada cuando tomaba el café o se servía una rebanada de pay de manzana que había preparado el día anterior cuando no pudo dormir. Siempre, desde que tenía memoria, los sábados eran suyos, nadie más, ni su madre, ni su hermano se entrometían en las platicas que organizaban, aunque a veces ninguno de los dos se entendiera. Su mente divagaba entre cada una de sus memorias, tratando de revivir a su padre a través de ellas, hasta que un el timbre de teléfono la distrajo.



Este es el inicio del primer cuento que mande a concurso.  Quería compartirlo pero me pareció demasiado largo para una sola entrada, y tampoco deseaba dividirlo; fue por eso que lo subí en aquí. El link está dentro del blog, por lo que es seguro y también podrán comentar.
Un beso y gracias, siempre es lindo descubrir que han leído.

05 febrero 2011

Noticias.

Las noticias más importantes llegan sin avisar.


Así como una ventisca: te erizan la piel o te refrescan. Después, las palabras ya no están, pero la noticia sigue presente. Tu cuerpo y mente vuelven a experimentarla una y otra vez; por miedo, por esperanza, por ansiedad. No estas listo para ellas, y si lo estuvieras, las frases sólo serían una confirmación.


Ellas no te esperan. Son inconscientes. Oportunas o egoístas.