06 noviembre 2010

Diarios de Julia. - Parte 1.

3 de  Octubre .

Siento que te veo por todos lados - doy la vuelta y ahí estás, quieta: mirándome - pero mis recuerdos me traen de nuevo a la tierra con su verdad. Ya no puedes estar detrás de mí, o mejor dicho, ya no quieres. 

Ayer me senté a esperarte en la banca del parque. ¿La recuerdas? Sí, esa en la que casi me golpeas por manchar tu blusa nueva. Pero la verdad que ese trozo de tela no te daba mucha justicia: no valía la pena que aún la tuvieras, creo que te hice un gran favor al destrozarla. Que suerte que escribo en mi diario y no una carta para ti, porque estoy segura que con eso último me matarías. Claro que una carta no me serviría de nada, ayer no llegaste, cuando creía que sí lo harías.

Lo siento. No sé cuantas veces escribí esa palabra en la hoja de papel que más tarde pasaría a tus manos. Lo siento. Lo siento. Lo siento. Me sentí completamente estúpida al hacerlo, y más aun cuando ayer no vi tu figura acercarse a mí. Debo admitir que te odie, me dio rabia. Siempre te quejabas de que tú me dabas y yo no te devolvía. Ayer estaba dispuesta a hacerlo pero no me lo permitiste.

No me olvido de ese día. Tú crees que ya lo supere, pero no. Cada mañana la memoria me carcome el cerebro. No mentiré, he tratado de olvidarlo, porque al principio no creí que realmente valiera la pena. Sólo un accidente, un accidente que como el de la blusa, creí que te hacía un favor. ¿Qué digo? Sé que no quieres verme, sé que no querrás nunca, y lo merezco. Hoy lo entiendo, un año fue suficiente. Eres libre, no te buscaré más, hermana.

Atentamente: Julia.


El diario había llegado a su fin. La última hoja, las últimas palabras de su hermana. Todo el cuerpo le temblaba, y no era sólo por el frío, la manta de que llevaba puesta le cubría toda la piel del helado frío de invierno. La extrañaba, no podía engañar a nadie. Llevaba desde la tarde del miércoles dentro de su casa, escuchando todos los discos que su hermana había dejado. No sabía porque le dolía tanto, llevaba todo un año sin verla, sin hablarle, odiándola, no era como si su vida hubiera cambiado desde que le dieron la noticia.

-- Vengo a dar mi reporte del día. - voz gruesa a sus espaldas. - recibimos una llamada en la policía que nos puede ayudar.

-- No me basta, un testigo puede no servirnos de nada. - respondió con la misma voz monótona que tenía desde el accidente del año pasado.

-- Esto toma tiempo. Cosas como esta no se resuelven de la noche a la mañana, tienes que ser paciente.

-- No me pidas que sea paciente, sé lo que paso y no siguen "mi pista". - fue inevitable no gritarle aquellas palabras.

-- Lo que dice en su diario puede ser solo una coincidencia. - respondió con tranquilidad, ignorando que lo anterior iba con intención de insultarlo - Una civil no puede desaparecer sin dejar un rastro muy obvio, y después de un mes de búsqueda, ambos sabemos que el rastro no ha sido fácil.

-- Ambos sabemos que no es cualquier civil - dijo con aspereza.

Sin decir nada más, el hombre se marchó. Ella tomó nuevamente el diario, y comenzó a leerlo nuevamente, desde el principio. No quería perdonar a su hermana por lo que había hecho, pero tampoco quería seguir viviendo como si ella estuviera muerta. Por más escurridiza que fuera, sabía que un día la encontraría.